Puede parecer
que voy a escribir algo de broma, que el título de esta entrada es irónico,
pero no, va en serio y el título es literal. Por eso no digo una jefa, ni siquiera mi jefa, sino mijefa, porque esto solo puede aplicarse a ella y no a otros jefes
que haya tenido o que vaya a tener. Mijefa
ha dimitido, se va. 7 años de trabajo y
lucha han podido con ella y casi con su salud. Intolerable, por ahí no, así que
aplaudo su decisión, aunque algo se me muera en el alma…
Mijefa ha sido para mí mucho más que eso. Fue
la primera persona a la que conocí cuando me fui a EEUU la primera vez, en
2004. Allí fue mi guía, mi asesora, mi confidente. Cuando se convirtió en mijefa habían pasado varios años porque,
a pesar de sus intentos por meterme en su equipo, no pude hacerlo, una vez
porque volvía a estar en EEUU y la otra porque tenía un trabajo que, aunque me
gustaba menos, era a tiempo completo y con dedicación exclusiva firmada. Aún
así encontramos la manera y en 2009 comencé a trabajar con ella: ella me quería
ahí y yo quería estar ahí. Desde entonces ha sido mijefa, cuatro años aprendiendo que cuando te dedicas a la
enseñanza cada día hay algo que puedes mejorar, aprendiendo que con una sonrisa
pero con seriedad en el trabajo se consiguen muchas más cosas, aprendiendo en
definitiva a trabajar como ella, a ganarme a los estudiantes como solo he visto
hacerlo a ella, a dedicarle a mi trabajo más tiempo del que dice mi contrato
sin que me pese, como a ella. Mijefa
ha sido también mi mentora, la persona que confió en mí desde el primer momento
y que me ha dado alas para crecer en mi trabajo. Ha sido quien me ha abierto
las puertas de este mundo del que ahora no puedo ni quiero salir.
Desde aquí le
doy las gracias a mijefa por todo
eso, por estar allí hace 9 años en el aparcamiento de SBC a las once de la
noche esperando a una desconocida solo para darle la bienvenida. Llevaba puesta
una camiseta de España, y no porque sea una patriota empedernida, sino porque
así aquella desconocida la identificaría rápido y se sentiría como en casa a
miles de kilómetros.
Gracias por
confiar en mí, por tus consejos, por saber hacer lo más difícil: ser jefa y
amiga. Por eso el título de la entrada va en serio, porque poca gente puede
decir que jefa y amiga son intercambiables en una frase como esa. Gracias jefa,
gracias amiga. Te voy a echar de menos.