miércoles, 3 de agosto de 2016

Gracias, Almudena

Hace tiempo escribí en este blog sobre la importancia de las seños de guardería, otro día escribí sobre lo que me marcó mi colegio, pero... ¿y mis profesores? Siempre he tenido claro que el maestro que más influyó en mi vida fue Don Juan Tocón, mi profe de Primaria, el que me descubrió el baloncesto y la poesía de Machado. Pero, ¿y en la difícil etapa de la adolescencia? Ahí nunca tuve un solo referente, supongo que fui descubriendo a alguien cada curso: Don Narciso era único enseñando Matématicas, el Padre Juan me enseñó a hacer análisis sintácticos enooormes, con Mariví las odiadas Matemáticas hasta me gustaron, con José Ramón yo -marcadamente de Letras- disfruté la Tecnología (=proyecto), la clase de Inma me gustaba tanto que me hizo dudar entre estudiar Filología Inglesa o Hispánica... y Almudena.

Almudena se nos fue anoche y el Colegio San José, perdónenme el resto, pierde a su mejor profesora de Historia. Y así, todos los que fuimos sus alumnos, nos quedamos -como le he leído a Fernando Fabiani- un poco huérfanos. Llevo desde anoche con ella en el pensamiento y entre lo que yo recuerdo y lo que otros han compartido en Facebook o por whatsapp, ahora tengo presente incluso su olor. Lo que yo escriba quedará en nada al lado de los preciosos textos que ya he leído, pero yo también quiero hacerle mi pequeño homenaje. Me encantaría que su hijo algún día leyera todo lo que sus alumnos escribimos sobre ella porque aunque el dolor por perder a tu madre sea inconsolable, imagino que saber (ya lo sabrá, pero reconfirmar) que fue tan importante para tantas personas y que les influyó tanto, puede aliviar un poco. 

A mí solo me dio clase un año, pero también fue profesora y tutora de mi hermano, mi marido y mis cuñados, así que en casa la recordamos todos bien. Y no importa si a uno le gustaba la Historia o no, si era buen o mal estudiante, la opinión es unánime: era una profesora excelente y mejor persona, inflexible pero comprensiva, seca pero cariñosa a la vez (creo que a todos nos ha puesto los labios en la frente alguna vez para ver si teníamos fiebre cuando le decíamos que nos encontrábamos mal). Yo la recuerdo perfectamente en el escalón de la clase poniéndose de puntillas mientras explicaba, o escribiendo en la pizarra como una loca ("¿y ahora esto dónde lo pongo? Bueno, borro esto, ya lo habéis escrito, ¿verdad?" Todo ello a la velocidad del rayo dejándonos con la cara a cuadros a todos). Recuerdo su bata blanca, su lapicero rojo para la tiza y sus frases míticas: "eso es como el que tiene un tío en Alcalá", "yo es que estoy así porque soy zurda corregía", "vas a aprobar en el 2003"...

Me dio Historia del Mundo Contemporáneo con 16 años y qué importante es darles a chavales de esa edad una visión del mundo tan completa como ella daba. No seguía el libro, no le hacía falta. Sus apuntes en la pizarra eran difíciles de seguir pero cuando llegabas a casa y creías que no serías capaz de entenderlos te dabas cuenta de que recordabas la clase a la perfección... Te había tenido toda la hora sin pestañear, atentos todos como búhos, y podías explicar las causas y consecuencias de las Guerras Mundiales o de la Revolución Rusa. 

Almudena era la profesora que todos los que nos dedicamos a esta profesión soñamos con ser. Respetada por todos por su conocimiento y su metodología, y querida por todos por su personalidad. Hoy recordaba con mimprescindible cuando hace unos años la vimos en una verbena del cole (sí, somos de los cansinos que hemos seguido yendo de vez en cuando) y al vernos, me miró y me dijo con su sonrisa de medio lao: "¿y con este te has casao tú?" 

Así la voy a recordar: simpática, socarrona y PROFESORA, con mayúsculas, de las que han puesto todo su corazón en las clases y han conquistado el de sus alumnos para siempre. Descansa en paz Almudena, y gracias.