Hoy le escribo a lo más profundo de
mi corazón porque allí es donde se me van a mí los muertos y allí es donde
desde el viernes tengo un ocupante más. Cuando tienes la suerte de haber
disfrutado de 5 abuelos también tienes la pena de tener que decir adiós a 5
abuelos. Hoy hemos despedido a la última abuela que nos quedaba en la familia, no
era mi abuela de sangre pero sí de corazón desde hace 13 años.
Siempre he admirado su capacidad de
superación, sus ganas de aprender, su energía, su vitalidad… Quizás esos son
los secretos para llegar a sus 106 años con salud. Qué mundo tan distinto a
aquel en el que nació ha dejado, cuántas cosas han visto esos ojos y cuántos pensamientos
han deambulado por su silencioso interior. Desde que la conocí me impresionó,
con su sordera de nacimiento, escucharla hablar con acento de su pueblo y verla
mantener conversaciones guiada solo por la intuición de lo que suponía que la
otra persona estaba diciendo. Siempre lamenté no poder comunicarme mejor con
ella por la cantidad de historias perdidas. ¿Cómo había sido la vida de una
chica sorda en un pueblo andaluz en el primer cuarto de siglo? ¿Cómo sacó adelante
a su familia? ¿Cómo estaba viviendo los cambios en el mundo desde 1907? Qué
vida tan intensa… Es para quitarse el sombrero.
Abuela M, “abuelita”, como te dicen
los bisnietos, te vamos a echar de menos. Que te hayas ido muy viejecita no le
resta pena, lo que nos resta pena es saber que te has ido tranquila, cuidada
como una reina por tu hijadelaguarda,
y querida por todos. Los niños te seguirán buscando en tu sillón o en la cama y
nosotros les contaremos tus historias más divertidas, que son muchas, y les
diremos que te busquen donde quieran porque estás en todas partes, en el
corazón de todos y también ¿por qué no? en el cielo “con los pajaritos”, como
dice el acaparadordetiempo. Y juntos
recordaremos cómo saltabas sentada en tu sillón el día de tu 106 cumpleaños
hace 6 meses cuando todos te cantamos “que bote la abuelita”. Me río cada vez
que lo recuerdo. Esa era la abuela M, una persona vital, sencilla, alegre,
cariñosa y con carácter, como no puede ser menos en alguien que le ha echado un
pulso de 106 años a una vida llena de obstáculos.
Soy feliz por haberte conocido,
así que solo me queda repetirte lo que el pequeño acaparadordetiempo te dijo apenas 24 horas antes de que te nos
fueras: adiós abuelita, te quiero.
Y así se acaba una generación. Ahora
en nuestra familia ya solo los niños pueden decir esa palabra mágica: “abuela”.
Y no pueden tener más suerte, tienen las mejores abuelas del mundo porque
tuvieron las mejores maestras, tuvieron “madres muy grandes”. Gracias abuelas
de todas las generaciones, ¿qué haríamos sin vosotras?