Mientras que tú duermes,
suenan sirenas de alarma;
mientras que tú duermes,
un estallido perturba su calma.
Mientras que yo escribo,
llora un niño, tiene miedo;
mientras que yo escribo,
otros, moviendo un solo dedo,
destruyen todo lo vivo.
¿Cuántos niños quedarán solos?
¿Cuántas casas destrozadas?
¿Cuántos corazones rotos?
Tan solo por demostrar quién manda.
El todopoderoso ataca de nuevo,
morirán miles de inocentes
como ya pasó en Sarajevo.
Reyes del mundo, amos del universo,
dueños de la libertad,
cumple sus normas o morirás,
camina por donde te mandan
o de nuevo llegará
el hombre americano
a defender la justicia y la paz,
bajo una máscara democrática,
actuando cual tirano.
Mientras que en Japón se levantan
para ir a cotizar a la Bolsa,
¡cuántas bombas estallan!
¡cuántas vidas quedan rotas!
Mientras que tú duermes,
mientras que él se levanta,
mientras que yo escribo,
todos contemplamos otra vez
el espectáculo de la guerra
como si una película fuera;
pero esto es realidad,
ahí no hay montajes, todo es verdad.
Si en algún momento escuchas
en la tele a una persona gritar,
es que alguien, desde ese instante,
no volverá jamás a llorar.
Y mientras tanto a nosotros
con apagar la tele nos basta,
y a este mundo de locos
volvemos la espalda.
Continuará el todopoderoso
mandando sobre todos,
imponiendo su poder;
y mientras tanto otros
cogeremos un trozo de papel
y con rabia escribiremos
palabras para un sentimiento
de inmensa impotencia,
de no saber qué podemos hacer.
16 años.....!!! Recuerdo leer esta poesía, cuando la tinta aún casi ni se había secado, y parece que fue ayer. Estuvo pegada en mi escritorio durante mucho tiempo.
ResponderEliminarComparto tu preocupación por los niveles de indolencia a los que hemos sido capaces de llegar frente a las barbaridades que están ocurriendo en este mundo, delante de nuestros ojos, en la pantalla del tv o el pc.
Gracias por la reflexión, y por el recuerdo!!
Hay veces que nos aplasta la vegüenza propia -nada de ajena-, como miembros de una humanidad que es capaz de tanta barbarie. Pero lo que nos salva de sucumbir aplastados es saber que también hay seres como María, como Juan, como tantos otros jóvenes maravillosos, sensibles y solidarios: vosotros sois nuestra esperanza. Nunca os rindáis ni caigáis en la indiferencia ante el sufrimiento ajeno y la injusticia. Y sí, algo podemos hacer, al menos podemos hablar, no guardar un silencio cómplice: tenemos la palabra para decir la verdad, protestar, gritar, defender, luchar...
ResponderEliminarGracias por vuestras palabras, que atraviesan océanos y continentes y así como han llegado hasta Guayaquil, de algún modo llegarán a Gaza. Muchos besos.
Lindo, Maria! O poema é emocionante. É importante não permitir que a tristeza não nos deixe insensíveis. Não podemos perder a capacidade da indignação.
ResponderEliminarGrande abraço,
Nilseu