Ausencia, 13 años de ausencia. Hoy
es uno de esos días marcados en el calendario, pero sobre todo en el corazón.
Hoy hace 13 años que no tengo a quién llamar “papá” y no me acostumbro, sigo
echándole de menos y lamentando cada momento de la vida que se está perdiendo.
Escribir siempre fue mi terapia y lo hice durante mucho tiempo, le contaba lo
que me iba pasando cada día en un intento absurdo de que estuviera presente, de
que no se perdiera nada. Pero de repente dejé de hacerlo, no sé por qué, supongo
que porque aprendí a vivir con el dolor de la ausencia.
Después de todo este tiempo, hoy no
es más doloroso que ayer ni que mañana, hoy es un día más en el que le recuerdo
y le echo de menos. El 5 de octubre de cada año perderé a mi padre, pero el 6
siempre nacerá mi hijo y así será siempre el ciclo de la vida, ausencia y
presencia, muerte y vida. Y a él no lo veré con los ojos, pero para eso está el
corazón. Cada día te veo papá, a veces incluso te huelo, y siempre, siempre, te
quiero.
¿Y qué es
morir, papá?
¿Es, como dicen
algunos,
descansar?
Descansamos si
queremos.
Tú no elegiste
morir.
Embusteros.
Otros dicen que
es dormir,
que aunque la
vida se acaba
no es el fin.
¿Y qué es
morir, papá?
Dice el
corazón: morir
es no estar.
Morir es
inexistencia,
ni es descanso
ni sueño,
sino ausencia.
(María, 20-12-2001)